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viernes, 4 de octubre de 2013

Europa se abre al mundo (1450-1650)


Europa vivió de 1450 a 1650 un proceso de expansión y de apertura al mundo que le permitió hacer frente a las economías más avanzadas del mundo como la China. 

Esta nueva era en la economía europea quedó inaugurada por la llegada de Colón a América. 

En gran parte fue un crecimiento extensivo, basado en mayores aportes de trabajo, capital o recursos naturales aunque en ocasiones se reduzco el producto per cápita. Algunas estimaciones explican que el crecimiento aritmético de la producción de alimentos no podía sostener el crecimiento geométrico de la población. La mejora del nivel de vida de las familias fomentó el aumento de la natalidad, lo cual encarecía la subsistencia y desembocaba en épocas de alta mortandad. Áreas como Holanda e Inglaterra supieron evitar esto gracias a una vigorosa expansión económica. 

La Europa moderna siguió el modelo de una economía orgánica, es decir, que obtenía su energía de organismos vivos. 

Hay varios factores que sirven para explicar esta época de crecimiento económico: primero los de carácter extensivo: mas tierras y mares en explotación, mas mano de obra y mas capitales destinados a la producción. En segundo lugar la extensión de los mercados, que viene ligado a la difusión de la moneda, la aparición de ferias y mercados, el crecimiento urbano, y perfeccionamiento de los mecanismos de intermediación, las técnicas de pago aplazado y los transportes. Por último, la creciente especialización del trabajo, lo que estimuló la especialización productiva. 

Estos tres factores lleva a algunos historiadores a hablar del inicio del capitalismo, aunque dista todavía bastante de un sistema económico plenamente capitalista.


A pesar de todo esto a finales del siglo XVI a parecieron síntomas de estancamiento y de retroceso en muchas economías europeas, la llamada crisis general del siglo XVII. 

A partir de 1450 la mayoría de los territorios europeos entraron en crecimiento pero hay que matizar algo, está expansión fue en gran parte la recuperación de la crisis bajomedieval y buena parte de la actividad se desarrollaba en áreas menores, que operaban como auténticas regiones económicas. 

Hacia 1470 la recuperación demográfica cobró carácter general en toda Europa. 

Al retroceso de la mortandad por epidemias y hambrunas se sumó el fin de algunos conflictos como la guerra de los Cien Años. El impulso base de la recuperación fue la alta natalidad debido a la reducción de la edad del matrimonio que aumentaba los años fértiles de las parejas. 

El aumento de la productividad agraria fue general debido principalmente al aumento de la disponibilidad de tierras y cultivos. El sector agrario constituía los pilares de la economía europea. 
Otra vía de crecimiento fue la especialización inducida desde los mercados urbanos e internacionales que la promovían mediante inversión y demanda. 

El crecimiento rural del siglo XVI no solo fue agrario y ganadero, vino acompañado de una extensión de la industria rural estimulada por los señores como en Flandes o Alemania, con la oposición de los gremios urbanos. El sector más importante de la industria rural fue el textil, ya que los vestidos eran una necesidad básica. Se diversificó la actividad rural y se aumentó la renta de los campesinos. 

En las zonas costeras aumentó la pesca debido a las mejoras en las técnicas de conservación, las cuales permitieron vender pescado en el interior. La pesca arrastró además otros sectores como la construcción de navíos y el comercio y fomentó la preparación de tripulaciones necesarias para la exploración. 
También destacaron algunas actividades mineras y metalúrgicas a gran escala en los distritos rurales debido a la demanda de hierro para la creación de herramientas de trabajo. 

En la Europa occidental algunas comunidades campesinas habían conseguido frenar la restauración de los privilegios feudales. Debido a esto surgieron capas de labradores acomodados (yeomen) que lograron retener parte del fruto de la expansión aunque gran parte de los beneficios seguían siendo absorbidos por la nobleza y el clero. 

Hacia 1580 el crecimiento extensivo en las zonas rurales era cada vez menor. 

Las ciudades europeas estaban íntimamente relacionadas con el mundo rural ya que este abastecía de alimentos y de ciudadanos a las zonas urbanas, en cambio las ciudades invertían y comerciaban con los campos, aunque si es cierto que la productividad era siempre mayor en las ciudades. Las zonas más urbanizadas de Europa en el siglo XV eran Holanda y el norte de Italia. Las funciones urbanas de estas capitales eran las administrativas, industriales, comerciales y culturales. 

La mayoría de las ciudades estaba dedicada al comercio, sobre todo al marítimo, ya que muchas se encontraban pegadas a la costa. También se desarrolló el comercio interior gracias a las mejoras en la seguridad y al descenso de los costes de transacción, aunque de forma más lenta. 
A pesar de los avances en construcción naval, armas de fuego y la imprenta la innovación tecnológica fue escasa. En esa época las instalaciones más capitalizadas y con mayor número de trabajadores fueron los arsenales y los astilleros. 

Tampoco se desarrollaron grandes avances en los bienes fabricados. La elaboración de vestimenta seguía dominando la manufactura. El sector de la construcción adquirió importancia y gran cantidad de albañiles, peones y carpinteros poblaron las ciudades. 

Las zonas textiles tradicionales de Flandes y el norte de Italia mantuvieron su elevada afluencia. Tuvieron lugar algunos avances como la creación de nuevos paños y lanas más baratas y asequibles para la clase popular. 

Respecto al sector de la metalurgia se vio fomentado por el crecimiento de la extracción minera aunque a finales del siglo XVI el agotamiento de muchos filones y la caída de la demanda llevaron al estancamiento de muchas de estas industrias. Suecia acabó convirtiéndose en el mayor exportador europeo de hierro y cobre. 
El auge de las manufacturas fue causado principalmente por el crecimiento de la demanda en gran parte debido al aumento general de la renta, el descenso de los costes de transacción y las economías de escala al incrementarse la producción. 

En 1550 Europa todavía seguía creciendo y mantenía aun buena salud en muchos sectores aunque comenzaban a surgir problemas que a partir del siglo XVII dieron paso a una etapa de crisis. 

Uno de los sucesos más destacados del siglo XVI fue la brusca subida de los precios, la cual afectó a todo tipo de productos y a todas las regiones. Hay varias teorías que intentan explicar esta inflación en los precios. Aunque las estimaciones varían mucho se cree que las remesas de oro y plata llegadas a Sevilla durante el siglo XVI incrementaron el stock europeo a una tasa cercana al 0,3 por 100 anual. Otros factores que influyeron en esta subida fueron: la ley de las monedas, la difusión de formas de pago no metálicos y los cambios en la velocidad de circulación del dinero. 

Otro hecho importante en esta etapa es la difusión del crédito, no solo de las altas finanzas si no también en formas más modestas a pequeña escala, que favorecieron el crecimiento de la demanda agregada. Estos créditos implicaban un tipo de interés y unos plazos de devolución establecidos. Respecto al crédito a pequeña escala, por ejemplo en las familias, los anticipos a cuenta de la herencia constituía a menudo el capital con el que los jóvenes podían independizarse arrendando tierras o abriendo un taller. Los créditos de tipo más formal estaban destinados tanto al consumo como a la inversión. 

En el ámbito industrial parte del éxito de comerciantes y fabricantes consistía en adelantar las materias primas necesarias a los artesanos ya que en ocasiones era demasiado cara y los más pobres no podían afrontar esos costes. 

También se extendió mucho el crédito prendario, que consistía en empeñar algún bien valioso a los prestamistas. 

A mayor escala se encontraban el crédito comercial internacional y las finanzas estatales. Se basaban en lazos de confianza y relaciones personales. Fueron desarrollándose nuevas herramientas de crédito comercial como las anotaciones en cuenta, las letras de cambio y las acciones negociables. 

Los estados modernos europeos pasaron en el siglo XV a controlar territorios cada vez más amplios, se dotaron de burocracias permanentes y aumentaron el tamaño de sus ejércitos considerablemente. Se crearon además sistemas fiscales más eficaces y leyes escritas capaces incluso de estabilizar la economía. De este modo los estados se convirtieron en unos de los principales motores del crecimiento económico. 

Se creó además un mecanismo de redistribución inversa, mediante el cual los impuestos que pagaban los pobres acababan en las bolsas de los ricos, que podían haberse invertido en la producción. Sin embargo también supuso un mayor control del presupuesto mediante representación política o mediante el establecimiento de instancias técnicas. 

Otra consecuencia de los estados modernos fue la aparición de nuevas oportunidades de negocio. Los que conseguían acumular mucho capital terminaban integrándose con la aristocracia. 

A finales del siglo XVI tuvo lugar un estancamiento demográfico provocado por el aumento en la edad del matrimonio y la elevada mortandad. Se agotaron además las vías extensivas del crecimiento y empezó a decrecer el rendimiento en muchas áreas, lo que afectó a la actividad comercial y manufacturera. 

La crisis tardó más en llegar a las ciudades que al mundo rural básicamente porque se abastecían con el comercio lejano y se proveían de las rentas fiscales y nobiliarias.


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